Los grandes acontecimientos
históricos que cambian el mundo necesitan perspectiva temporal para poder ser
asumidos y tratados como tales. Quizás aun es muy reciente la crisis financiera
que azotó todo el planeta en el año 2008, con la explosión de la burbuja
inmobiliaria de las hipotecas subprime
en Estados Unidos, para tratarlo como un hecho trascendental que ha significado
un punto de inflexión en la economía y la sociedad global.
Sin embargo, analizando la
evolución de los acontecimientos que se produjeron y aun continúan
produciéndose, con posterioridad a ese año, podemos afirmar que el estallido de
la burbuja inmobiliaria supone uno de esos hechos trascendentales e históricos
que serán estudiados por economistas y políticos en el futuro.
La trascendencia de ese
acontecimiento radica en que el modelo financiero y económico establecido hasta
la fecha muestra síntomas de agotamiento y de fallos estructurales importantes.
No obstante, aplicando una lógica
razonable, cualquiera puede comprender las carencias del modelo. Desde siempre
nuestros padres y abuelos nos han enseñado que no debemos vivir por encima de
nuestras posibilidades. Que debemos adaptarnos a un presupuesto y ajustarnos a
él. Que si ganamos 1.000 no debemos gastarnos 2.000 y que debemos solicitar
préstamos que vayamos a poder pagar con cierta solvencia.
Ninguna de estas recomendaciones se
tiene en cuenta en el mercado financiero global. Nos hemos acostumbrado a usar
y a abusar del crédito. De hecho, desde finales de la Segunda Guerra Mundial el
modelo de crecimiento económico del mundo se basa en el apoyo del crédito para
conseguir producir más allá de la capacidad económica real de un país.
La generación de empleo y riqueza
sólo es posible si el PIB de una economía se incrementa todos los años y ese
incremento del PIB está supeditado a un incremento del consumo, tanto interno
como externo, de las distintas economías. Por lo tanto, si se produce una
disminución en el consumo de forma generalizada y constante, todo el castillo
de naipes, que es la economía global, se viene abajo.
Los distintos gobiernos de los
países que forman la Unión Europea han perdido la capacidad de controlar sus
propias economías. Al no controlar el dinero en circulación, los tipos de
interés, el déficit que están dispuestos a asumir y el nivel de endeudamiento,
son meras marionetas que deben acatar las imposiciones que desde los distintos
organismos comunitarios les establecen.
Por lo tanto, se pierde autonomía
y capacidad de liderazgo a favor de los dictámenes globales que se dan por
buenos. Sólo cabe alguna que otra pataleta por parte de los distintos gobiernos
cuando se considera que el castigo es demasiado grande por alguna “trastada”,
como puede ser el no haber cumplido los objetivos de déficit.
Cabe por lo tanto reflexionar si
esta pérdida de iniciativa y coraje es beneficiosa para cada país, o no.
Volviendo al símil anterior. ¿Es beneficioso para un hijo estar siempre bajo el
respaldo y la tutela de su padre? O más bien, por el contrario, ¿Es mejor,
tanto para el padre como para el propio hijo, que este se independice y tome
sus propias decisiones aun a riesgo de equivocarse?
La situación económica global,
con una crisis institucionalizada, requiere de nuevos planteamientos
estratégicos que permitan la sostenibilidad de toda la población con garantías.
La llamada economía verde basada en la protección ambiental y el uso de
sistemas energéticos renovables (energiewende, como lo llaman en Alemania) se vislumbra como una alternativa cada vez más
consagrada por su capacidad de generación de empleo y riqueza local.
Sólo de esta forma puede
recuperarse el liderazgo productivo que permita establecer una ventaja
competitiva que aumente la producción local. Un mundo globalizado, como el
actual, en el que el transporte de mercancías es prácticamente inmediato entre
los extremos más alejados del planeta, necesita ventajas competitivas locales
que posibiliten el desarrollo económico en cada zona.
Sin embargo, es necesario un
auténtico liderazgo político que permita el desarrollo de este modelo por
encima del status quo establecido. En
tiempos de crisis es necesario buscar alternativas más allá de los dictámenes
impuestos, ya que sólo de esta forma se puede dar respuesta a los nuevos retos
y necesidades de la población.