La política económica que rige
los destinos de casi todos los países desarrollados del mundo, ha demostrado
sus grandes virtudes, llevando a unas tasas
de crecimiento y desarrollo a las naciones como nunca antes en la historia de
la humanidad se ha conocido. Sin embargo, ¿ese crecimiento es posible de
forma indefinida en el tiempo?
El último periodo de crisis económica mundial parece querer decirnos que un modelo basado en el crédito y en la necesidad de un consumo constante y creciente para sostener las economías, también tiene sus riegos.
El último periodo de crisis económica mundial parece querer decirnos que un modelo basado en el crédito y en la necesidad de un consumo constante y creciente para sostener las economías, también tiene sus riegos.
En España la situación del
desempleo es especialmente preocupante. Con más de 6,2 millones de parados y
una tasa de desempleo que se aproxima peligrosamente al 30% de la población
activa, nos hace presagiar que nada ni nadie podrá parar una debacle segura.
La espiral que origina un
crecimiento económico espectacular, también es capaz de generar un
decrecimiento alarmante. La caída de un
sector estratégico, como es la construcción, ha propiciado una disminución
de la renta en todos los demás sectores, paralizando el consumo, provocando el
cierre de empresas y llevando a un desempleo masivo a la población.
Ante esta situación podemos
plantearnos la siguiente cuestión: ¿es posible revitalizar el sector de la construcción
de alguna manera?¿Puede este sector crecer de forma indefinida, garantizando de
esta forma el crecimiento sostenible de los países?
La respuesta es: SI. Por lo menos
eso es lo que se asegura desde la Comisión de Industria, Energía y Turismo que
presentará en el Congreso una propuesta de colaboración público-privada, con el
objetivo de impulsar la eficiencia energética en la edificación. Se asegura que
esta propuesta permitirá reducir el
gasto público en los edificios y crear más de un millón doscientos mil empleos.
La base que sostiene este alto
nivel de empleo y actividad laboral está sustentada en las empresas de servicios energéticos (ESE), así como en los
consumidores y usuarios, según fuentes citadas. Las inversiones en materia de
eficiencia energética resultan cada vez más atractivas al recuperarse la
inversión en cortos periodos de tiempo.
Además, el modelo permitirá que
el riesgo financiero y técnico no recaiga sobre el cliente (sea privado o
administración pública) sino sobre la empresa de servicios energéticos que será
la que correrá con ese riesgo. Esto permitirá reducir el consumo energético a
familias y administraciones públicas sin necesidad de utilizar fondos propios
para acometer las inversiones.
La filosofía de todo el modelo se
basa en que las ESE cobren una vez que el cliente final empieza a ver como
disminuye su facturación energética. Si pagaba todos los meses 100 € en la
factura, por ejemplo, una vez realizadas las mejoras de eficiencia energética,
ahora pagará 70 €. De los 30€ que se está ahorrando todos los meses, un
porcentaje deberá facilitárselo a la ESE.
La propuesta resulta más que
interesante, aunque surgen algunas interrogantes que a nuestro juicio no quedan
bien aclaradas:
- ¿Cómo es posible que las empresas de servicios energéticos, que son privadas, tengan esta gran estructura financiera para acometer inversiones millonarias en clientes que les demanden mejoras en sus edificios?
- ¿Deberán estas empresas financiar lo que las entidades financieras no financian?
- ¿Se sustentará este modelo con fondos públicos obtenidos a través de subvenciones comunitarias o nacionales?
Sin lugar a dudas, la resolución
de estas cuestiones es fundamental para que el modelo propuesto pueda
funcionar.
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