Nos despertábamos esta semana con una noticia cuanto menos inquietante. Una de las mayores compañías del mundo que centra su negocio en la producción energética por fuentes renovables, Iberdrola Renovables, volverá al hogar que la vio partir hace poco más de tres años. Como el hijo pródigo que no ha sabido vivir de forma independiente y que ha machacado casi el 50% de la riqueza que su padre le dio viviendo por encima de sus posibilidades, debe ahora agachar la cabeza y aceptar su fracaso.
La Parábola de los Talentos nos decía que no importa lo preparado que estemos ni las habilidades con las que contemos, tendremos que aprovechar lo que se nos ha dado y multiplicarlo.
Pues bien, podemos decir que Iberdrola Renovable no ha tenido “talento” para aprovechar su situación privilegiada y ha dilapidado el ahorro de más de 100.000 accionistas que confiaron en su gestión.
De los 5,3 euros que pagaron estos accionistas por acción, ahora sólo podrán recuperar unos 2,9 euros que será el importe que le dará la empresa matriz, Iberdrola, en dinero y nuevas acciones de la empresa matriz. La jugada ha sido redonda para Iberdrola Renovables. La cantidad recaudada en su salida a bolsa se verá ahora devuelta sólo en un 43%.
Siempre que alguien gana lo hace a costa de otro. En este caso, una vez más, es el débil al que le toca perder. El que confió en que un sistema energético sostenible era posible, el que confió en que las grandes empresas españolas tienen posibilidades de expandirse más allá de nuestras fronteras siendo responsables socialmente, tal y como afirman sus directivos en los discursos institucionales, y el que confió en que el gobierno apostaría decididamente por desarrollar un tejido empresarial y político capaz de contribuir al desarrollo de la economía española y que ahora se ha abandonado a su suerte.
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