La Tierra se formó, según las últimas
investigaciones científicas más contrastadas, hace 4.600 millones de años. Por
aquel entonces la temperatura en la superficie era de 4.000 ºC y aunque el agua
y los mares se formaron hace 3.500 millones de años la atmósfera compuesta casi
en su totalidad de CO2 hacia totalmente imposible la vida. De hecho, si algún
ser humano hubiera poblado esta primigenia Tierra antes que asfixiado hubiera
muerto aplastado por la gran presión atmosférica en la superficie del planeta.
No es hasta hace 600 millones de
años cuando empiezan a generarse las primeras plataformas continentales de
granito mineral, menos pesado y mas resistente que la placa basáltica de la
superficie creada por erupciones volcánicas que hasta esa fecha dominaban toda
la superficie terrestre.
Las aguas someras aledañas a estas
plataformas continentales permitieron la vida de unas microalgas llamadas
estromatolitos que empezaron a realizar la fotosíntesis eliminando CO2 del agua
del mar y generando oxígeno que primero se disolvió en los océanos y más tarde
paso a la atmósfera que hoy conocemos.
La creación de la capa de ozono
en estos tiempos permitió proteger la vida fuera del mar de la radiación
ultravioleta solar. Además el campo magnético terrestre desvíaba parte de esta
radiación preservando la atmósfera de una destrucción segura a causa de los
vientos solares.
La vida aflora tanto en el mar
como en tierra aunque se producen, al menos, dos extinciones masivas, una en el
Pérmico hace 250 millones de años y otra en el Cretácico hace 65 millones de
años. Durante estos años la explosión de vida en la Tierra fue espectacular
aunque las temperaturas llegaron a ser hasta 6 ºC superiores a las actuales.
Durante los últimos dos millones
de años se han configurado los continentes, como actualmente los conocemos,
originando corrientes oceánicas con unas características específicas que traen
consigo periodos de glaciaciones de aproximadamente 100.000 años, en los cuales
la mitad de este tiempo el planeta sufre una glaciación importante que se
alternan con periodos más calidos. Esta última época se ha denominado
Pleistoceno y los últimos 10.000 (apogeo del ser humano) Holoceno.
Por lo tanto, la temperatura
media de la Tierra ha pasado de los 4.000 ºC a -45ºC, existiendo periodos muy
fríos que se han alternado con otros muy cálidos y sólo cuando se han producido
una serie de condiciones muy específicas ha podido prosperar una especie tan delicada
como la nuestra. No obstante, somos la única especie animal, de la que se tiene
constancia, que ha sido capaz de alterar de forma significativa el equilibrio
atmosférico en el periodo que le ha tocado vivir, muy corto por cierto.
Tenemos que tener presente que
este delicado equilibrio no se mantendrá de forma indefinida en el tiempo y que
un clima algo más cálido o algo más frío no es importante para el planeta, que
está acostumbrado a variaciones térmicas descomunales, pero si para nuestra
especie.
Por este motivo y si queremos
llegar, al menos, a la próxima glaciación (dentro de unos 50.000 años) debemos mantener
el delicado equilibrio que nos ha permitido nacer y crecer en este maravilloso y
raro planeta.
La utilización de sistemas energéticos
renovables es una de las grandes soluciones a los desequilibrios térmicos que
estamos originando cambiando las proporciones de gases presentes en la atmósfera
terrestre, sin lugar a dudas el elemento más frágil e importante del planeta
Tierra.
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