Al gobierno de cualquier país le interesa tener controlados sus sectores claves, a saber: sector financiero, energético, infraestructuras y telecomunicaciones. Han sido tradicionalmente monopolios estatales y NINGÚN gobierno va a permitir injerencias en estos sectores.
Las políticas neoliberales de preguerra y posguerra hicieron que se privatizaran con el objetivo de obtener ingresos públicos, ya que al ser empresas tradicionalmente muy rentables siempre han tenido buenos compradores. Pero una vez vendidas no realizan una gestión independiente. Se crea de esta forma un vínculo, un matrimonio, entre la empresa privatizada y el gobierno que se mantiene de forma indefinida.
Al gobierno quiere que la gestión sea 100% efectiva, en caso contrario podrían perder unas elecciones (el coste es secundario, lo van a pagar los ciudadanos sin darse cuenta a través de impuestos directos e indirectos) y las compañías privatizadas quieren seguir llevándose bien con su marido-mujer no vaya a ser que pida el divorcio (nacionalización de la empresa).
Se ha creado un vínculo más fuerte que el que existía en la edad media con los matrimonios pactados entre reyes. Como tres son multitud los ciudadanos no están invitados al idilio.
Pero ahora se han encontrado con un problema que no saben como resolver. Los ciudadanos tienen capacidad para independizarse, en el caso energético, y no aceptar las normas impuestas. Al principio eran unos cuantos hippies, pero cada vez son más y amenazan con desestabilizar el oligopolio que tan buenos beneficios han reportado a las grandes familias influyentes de cualquier país. Como un animal herido, el gobierno, saca todo su arsenal legislativo, ya se están proponiendo multas mínimas en España de seis millones de euros para el incauto que instale un panel solar en su vivienda sin declararlo.
Está claro que los ciudadanos debemos unirnos y movilizarnos a favor de un modelo energético más sostenible. No debemos excluir a nadie en este nuevo modelo, todos son bienvenidos pero en igualdad de condiciones. Nadie va a dejar de pagar sus impuestos, si son justos y proporcionados, lo que no debemos permitir es que con el dinero de todos se lucren unos pocos.
Las políticas neoliberales de preguerra y posguerra hicieron que se privatizaran con el objetivo de obtener ingresos públicos, ya que al ser empresas tradicionalmente muy rentables siempre han tenido buenos compradores. Pero una vez vendidas no realizan una gestión independiente. Se crea de esta forma un vínculo, un matrimonio, entre la empresa privatizada y el gobierno que se mantiene de forma indefinida.
Al gobierno quiere que la gestión sea 100% efectiva, en caso contrario podrían perder unas elecciones (el coste es secundario, lo van a pagar los ciudadanos sin darse cuenta a través de impuestos directos e indirectos) y las compañías privatizadas quieren seguir llevándose bien con su marido-mujer no vaya a ser que pida el divorcio (nacionalización de la empresa).
Se ha creado un vínculo más fuerte que el que existía en la edad media con los matrimonios pactados entre reyes. Como tres son multitud los ciudadanos no están invitados al idilio.
Pero ahora se han encontrado con un problema que no saben como resolver. Los ciudadanos tienen capacidad para independizarse, en el caso energético, y no aceptar las normas impuestas. Al principio eran unos cuantos hippies, pero cada vez son más y amenazan con desestabilizar el oligopolio que tan buenos beneficios han reportado a las grandes familias influyentes de cualquier país. Como un animal herido, el gobierno, saca todo su arsenal legislativo, ya se están proponiendo multas mínimas en España de seis millones de euros para el incauto que instale un panel solar en su vivienda sin declararlo.
Está claro que los ciudadanos debemos unirnos y movilizarnos a favor de un modelo energético más sostenible. No debemos excluir a nadie en este nuevo modelo, todos son bienvenidos pero en igualdad de condiciones. Nadie va a dejar de pagar sus impuestos, si son justos y proporcionados, lo que no debemos permitir es que con el dinero de todos se lucren unos pocos.
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