La
publicación del Real Decreto 235/2013 ha significado muchas cosas para España.
La obligada transposición de Directivas Europeas no sólo debe contemplarse como
un requisito ineludible que hay que cumplir, sino como una oportunidad de
desarrollo y crecimiento.
La
Certificación Energética en edificios es buena por muchas razones. Las
medioambientales y las de eficiencia deberían ser las primeras aunque no
siempre es así. No obstante, debemos recordar que si Europa tiene una hoy un
papel destacado en el contexto internacional ha sido por la capacidad para
situarse a la cabeza en la gestión de ideas innovadoras acompañadas del
necesario empuje para acometerlas. Sin ese espíritu no es posible un avance
económico.
Hacer
nuestras ciudades más sostenibles redundará en un mayor beneficio económico
para el conjunto de cualquier país que emprenda esta senda verde. La
disminución del coste en adquisición de combustible para iluminar, calentar y
refrigerar las viviendas y edificios públicos y privados, cubre con creces
cualquier desembolso que haya que realizar para obtener la certificación
energética de las viviendas de un territorio, por lo que esta mínima inversión
está más que justificada. Siendo, además, amortizable en muy corto periodo de
tiempo.
Los
sectores de la arquitectura, ingeniería, construcción, etc. han recibido la
noticia con gran esperanza ya que va a contribuir a la generación de mucho
empleo en el sector. Un sector que parece que poco a poco comienza de nuevo a
despertar, como así lo atestiguan acciones llevadas a cabo por presidentes,
como el de la Generalitat y primer secretario del PSC, José Montilla, que ha
propuesto la creación de un fondo de 2.000 millones de euros destinado a
financiar proyectos de ahorro y eficiencia energética, con el se pretenden
crear 20.000 puestos de trabajo relacionados con la eficiencia energética y la
economía sostenible.
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