martes, 26 de febrero de 2008

Caña de Azúcar para producir biocombustibles

La historia del cultivo de la Caña de Azúcar en Andalucía ha tenido periodos de gran esplendor y otros periodos, como el actual, en el que diversos factores sobre todo económicos, han propiciado una gran crisis en el sector.

Sin embargo, como dice el refrán “no hay mal que cien años dure” y los males que aquejaban el cultivo de la caña tienen sus días contados. El resurgir del cultivo viene de la mano de los biocombustibles, concretamente del bioetanol. Este combustible no exento de polémica en los últimos meses, contribuye, sin embargo, a controlar el cambio climático que está produciendo el tan nombrado y preocupante efecto invernadero en nuestro planeta.


El ejemplo más destacado de los beneficios que el cultivo de la caña de azúcar tiene para el medio ambiente lo encontramos en Brasil. Millones de conductores de Sao Paulo pasan varias horas todos los días en monumentales atascos. Pero sus coches no contaminan como los nuestros porque queman alcohol procedente de las cada vez más extensas plantaciones de caña de azúcar del país.

Brasil empezó a utilizar alcohol para sus vehículos en la segunda década del siglo XX. Pero no fue hasta los años ochenta, debido al embargo internacional de la OPEP, cuando el gobierno se planteo llevar a cabo un programa nacional para la producción y distribución de alcohol por todo el país.

Se financiaron nuevas plantas de bioetanol, se hizo de Petrobrás la compañía petrolera nacional que se encargo de la instalación de estaciones de servicio de bioetanol por todo el país y se ofrecieron incentivos a los fabricantes de automóviles, que operan en Brasil, para que adaptaran los motores al nuevo combustible. Hoy casi todos los automóviles que circulan en Brasil lo hacen con alcohol.

La obtención de bioetanol con maíz implica el aporte de enzimas muy costosas que garanticen el proceso de fermentación. La gran cantidad de azúcar que contiene la caña hace que el proceso de fermentación empiece prácticamente al cortarla.

El cultivo de caña de azúcar puede producir entre 5.700 y 7.500 litros por hectárea, más del doble de lo que puede conseguirse cultivando maíz.

La planta de bioetanol de São Martinho es la más grande del mundo en cuanto a producción de bioetanol y azúcar. Se encuentra rodeada de un inmenso “desierto esmeralda” que alcanza hasta donde la vista se pierde. La planta procesa siete millones de toneladas de caña al año que producen 300 millones de litros de combustible y medio millón de toneladas de azúcar. Esta planta es totalmente autónoma en cuanto a consumo energético. Produciendo el 100% de la energía eléctrica que necesita para su proceso productivo.

En Andalucía disponemos de datos históricos en los que, por ejemplo en el término municipal de Málaga, llegaron a producirse 115.000 toneladas de caña al año. Esta producción implicaría la obtención de de casi 5 millones de litros de bioetanol al año. La presión urbanística ha hecho que mucho del terreno que se dedicaba antaño al cultivo de la caña ahora esté urbanizado. No obstante, el terreno agrícola disponible aun es considerable, pudiéndose incluso incrementar el espacio disponible en aquellos años.

La eficiencia de las plantas generadoras de bioetanol mediante caña de azúcar es muy elevada, del orden de 8 unidades energéticas por cada unidad de combustible fósil consumida. La utilización de nuevos tractores para realizar la recolección y la aplicación de nuevas técnicas de gestión permitirían obtener niveles mucho mayores, entorno a 12-13 unidades.

Para que de nuevo vuelva a promocionarse el cultivo de caña, en este caso como cultivo energético, la producción nacional debe estar protegida mediante aranceles a la importación, ya que actualmente los precios pagados a los distintos productores de caña en España no son competitivos, si lo analizamos con la cantidad pagada en países en vía de desarrollo.
En Brasil, por ejemplo, el precio pagado por cada tonelada producida no llega a los 14 dólares USA. En España esta cantidad se eleva hasta los 44,85 dólares por tonelada.

El gobierno español debe cumplir los objetivos de la Directiva Europea sobre el fomento del uso de los biocarburantes y el Plan Nacional de Energías Renovables (PER).

La mayor parte de los biocombustibles que se están produciendo en España están destinados a la exportación y además para su producción se está importando materia prima de terceros países. Ninguna de estas dos políticas son acertadas ya que todos los países están ajustando su producción y consumo y en muy poco tiempo no demandarán biocombustible español. Por este motivo, debemos absorber toda nuestra producción en el mercado nacional.

En cuanto a la importación de materia prima de terceros países debería limitarse su entrada ya que esta es la única forma de proteger al agricultor nacional y el desarrollo económico en países productores de cereales y caña de azúcar. Además las importaciones de materias primas no contribuyen al alcance de los objetivos de autosuficiencia energética fijados para el año 2010.

Mientras los precios de los combustibles fósiles en los mercados internacionales continúan subiendo los gobiernos deben subvencionar la producción de biocombustibles a los fabricantes españoles. Con la continua escalada en los precios de los combustibles fósiles pronto se llegará a un precio competitivo sin necesidad de realizar subvenciones de precios.

La Ley nacional que fija la obligación de uso de biocarburantes, aprobada por el parlamento, define la obligatoriedad de que todas las gasolinas y gasóleos incorporen un porcentaje de 5,83% de combustible ecológico, necesita una industria que contribuya al desarrollo sostenible en nuestro país.

El cambio del modelo energético basado en los combustibles fósiles a fuentes renovables lleva aparejados muchos retos. El principal de todos ellos es la democratización energética que implica que cada región deberá aprovechar al máximo los recursos disponibles, en el caso de Andalucía el cultivo de Caña de Azúcar es uno de ellos, para ser autosuficiente desde un punto de vista energético. De nuestra capacidad de adaptación dependerá nuestro desarrollo, la seguridad en el abastecimiento energético y la protección del medio ambiente.

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